viernes, 3 de febrero de 2012

Sonidos de bebé

“Aún antes de que haya palabra en mi boca, he aquí, oh Señor, tú ya la sabes toda” (Salmos 139:4).


Somos dos hermanos siendo yo el menor. Mi sobrina de 4 años habla con un lenguaje muy especial, en realidad único, solo ella se entiende y los demás tratamos de interpretar lo “interpretable”

Hace un par de días mi madre llamo a mi hermano y como toda buena abuela pidió hablar con su nieta, algo bastante simpático.

También tengo un amigo que siempre que llama su madre, le pasa a su hija para que “hablen por teléfono”. El hablar de estas dos nietas es muy similar, y la respuesta de estas dos abuelas también. Es algo como:

-          Abuela: ¿Como esta mi nieta linda?
-          Nieta: …
-          Abuela: ¿Se acuerda del perrito?
-          Nieta: …
-          Abuelita: Guau, guau.
-          Nieta: …
-          Abuelita: ¡Aló, aló! mi corazón. Guau, guau.
-          Nieta: grssspttttttt
-          Abuelita: Si!!! Guau, guau, como el perritooooooo.
-          Nieta: …
-          Abuelita: Si ya está aprendiendo a hablar.
-          Nieta: …

Eso que pasa con lo nietos, también ocurre con nosotros y Dios.

Dios como una abuelita nos habla con tanto cariño, y aunque nosotros suspiremos el suspiro mas endeble y ligero, Dios lo escucha y se alegra profundamente ¿sabes por qué? Porque de alguna manera u otra, existe comunicación. Y eso es precisamente lo que Dios anhela de cada uno de nosotros: QUE NOS COMUNIQUEMOS CON ÉL, AUNQUE SEA CON EL SUSPIRO INDELEBLE DE NUESTRA ALMA.

Dios es Dios, y Dios lo entiende.

No importa cuán insignificante sea tu hablar con Dios, déjame decirte que Dios lo escucha y lo responde. Porque antes que nosotros pidamos alguna cosa el Espíritu Santo ya sabe lo que está en nuestros corazones.

Te pregunto ¿no te da seguridad saber que este Dios de amor escucha tus oraciones, por más pequeñas que sean? Y más aún, Él se alegra con un suave suspiro tuyo, que a lo mejor, ni siquiera  tu comprendes, pero que él comprende simplemente porque te ama.

Eleva ahora una leve briza de tu voz a Dios, UN SUAVE SONIDO DE BEBÉ y espera en Él. Dios te responderá, ESO ES SEGURO.