viernes, 9 de diciembre de 2011

“Porque la paga del pecado es la muerte, más la dadiva de Dios en vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23)


Estuve enfermo, muy enfermo. Una infección estomacal por causa de un virus hasta hoy me acompaña, pero gracias a Dios en retirada.

En momentos de enfermedad, acompañada de soledad, son muchas las cosas que se pueden pensar.

Me sentía tan mal que literalmente no quería nada de nada. Deseo de comer, no existían. No podía siquiera pensar en comida. Si me acostaba me sentía mal, si me levantaba también. Salir a un bello lugar creo que ni paso por mi mente. En ese momento opte por algo que es infalible para mí: Escuchar música suave para sentirme mejor, pero…  NI SIQUEIRA LA MÚSICA LA TOLERABA!!! Las coas que más me gustan en la vida, estando enfermo, no tenían brillo ni sabor.

El pecado, sin darnos cuenta tanto de ello, hace exactamente lo mismo. Es la enfermedad más grande que el ser humano puede tener.

Y un cristiano en pecado, ¡peor aún! Ya no se tienen las mismas ganas de orar o estudiar la Biblia, y el deseo de ir a la iglesia se pierde en el afán de esta vida enferma. El pecado destruye el anhelo que coloca el Espíritu Santo de estar con Dios, de hacer su voluntad, de luchar en la vida cristiana.

¿Quisieras volver a disfrutar de Jesucristo en tu vida? ¿Te gustaría tener ese deseo irrefrenable de hacer la voluntad de Dios, cueste lo que cueste? Es simple, el pecado te impide estar al lado del corazón de Dios.

¿No será tiempo que abandones tu pecado? Dios quiere hacer esa obra maravillosa en ti, QUIERE SANARTE!!! para que vuelvas a disfrutar la vida junto a Jesús, aquel que tiene la vida y que la tiene en abundancia. Toma hoy tu decisión.